Hay amores que a una le hacen volar y soñar con las nubes. ¿A vosotras no os pasa? Como los que os quiero enseñar hoy, que te dan alas para verlo todo mejor desde las alturas y que te hacen gritar a lo Frida Kahlo: “pies, ¿para que los quiero? ¡Si tengo alas para volar!”.
Zapatos Flame de Prada: un viaje a los años 50
Era un jueves por la mañana, tomaba un cortado recién hecho y un croissant francés con olor a mantequilla, aunque seguramente con menos procedencia francesa que mi apellido de catalán. Yo frecuentaba alguna cafetería del barrio de la Barceloneta, de esas pocas en las que todavía puedes huir de la multitud de turistas que se agolpan en Barcelona al llegar el buen tiempo. Mientras disfrutaba de mi desayuno, ojeaba el muro de Instagram. Mis dedos se deslizaban por la pantalla del móvil, topando con fotografías de zapatos, y más zapatos. Cuando de repente, ya sólo veía tubos de escape en llamas, formas sinuosas perfectamente esculpidas, colores alegres y atrevidos, piezas de metal y cromo pulido, y alerones de cola geométricos.
¡Átame! … los zapatos
“Átame…” Los zapatos. ¡Claro! ¿Qué iba a ser si no?! Aunque pueda parecer más bien una frase sacada de la conocida novela erótica “Pídeme lo que quieras” de Megan Maxwell, donde la protagonista, una joven secretaria, y el empresario alemán de ojos azules, se la pasan todo el día jugando al parchís…, no, no es así. Tampoco se trata de un título perverso y sucio. Sólo hablo de los zapatos de Monika Chiang, que quien más o quien menos, necesitará atarlos o que se los aten, porque todos tienen algo en común: las cuerdas.
Aleksander Siradekian y sus zapatos de tacón
Mi artículo de hoy en el blog iba a ir destinado al género masculino especialmente, con un repaso por las zapatillas deportivas más icónicas de la historia, pero esto va a tener que esperar a la semana que viene. ¿Y de quién es la culpa? De Aleksander Siradekian. ¡Por supuesto, no iba a ser mía! Bueno de él y de mi obsesión por los tacones. ¿Para que vamos a mentir?