Pisaverde: calzado canario hecho a mano

Una semana más estoy de vuelta para contaros mis andanzas y taconeos. Ya sabéis que estos últimos no pueden faltar nunca. Esta semana quiero compartir con vosotros un descubrimiento. El caso es que estas navidades, me fui unos días de vacaciones por territorio canario. Me dirigía a la isla de La Palma, pero para llegar a ella tuve que hacer escala en Tenerife. Muy digna yo, me puse unos botines de tacón y cogí mi bolso más lujoso y me subí al avión. Ya os podéis imaginar a mi chico diciéndome que donde iba así, si total, íbamos a pasar las vacaciones haciendo trekkings. ¡Antes muerta que sencilla! ¡Qué tiempo para deportivas había de sobra! Una urbanita como yo (así me llama), ¡no podía subirse al avión en zapatillas deportivas y con una mochila! ¡Hombres, no nos comprenden!

En fin, sólo estuvimos un día en Tenerife, paseando por el barrio de La Laguna, pero fue suficiente para poner mis tacones sobre los azulejos de una tienda de zapatos. El resto no os lo cuento, porque estar una semana en zapatillas deportivas fue una auténtica calamidad para mí. Eso sí, descubrí una firma de calzado canario hecho a mano llamada Pisaverde que os invito a conocer a través de su Instagram. Me asombré con ellos desde el primer momento, y me lié a sacar fotos como una loca y a hacerle preguntas a la dependienta que fue muy amable y atenta explicándome todos los detalles.

Los zapatos son de lo más original. Hechos a mano, piezas únicas y de fabricación sostenible. Tras estas creaciones exclusivas, ya que ninguno de sus zapatos son iguales, se esconden dos artistas: Plácido Alonso, un marroquinero artesano y productor de calzado, al que el oficio le viene de familia; y Laura Quintero, una bióloga marina comprometida con el medio ambiente, reconvertida profesionalmente en la fabricación de calzado. Un cóctel mólotov que ha hecho que salieran de sus mentes zapatos tan fantásticos como estos. Juntos han conseguido incluso ser los ganadores de los Premios Nacionales de Artesanía en el año 2012. ¡Y no me extraña, porque son auténticas obras de arte!